lunes, 9 de noviembre de 2009

Una matanza para vengarse de Obama

MUNDO


Una matanza para vengarse de Obama

07.11.09 - MERCEDES GALLEGO
CORRESPONSAL. NUEVA YORK


El oficial que masacró a trece compañeros en la base de Fort Hood estaba enfadado con el presidente por no retirar las tropas de Irak .Algunas víctimas fueron alcanzadas por 'fuego amigo' de los soldados.Cuando Barack Obama prometió el jueves que conseguiría «todas las respuestas a cada pregunta» que dejó la masacre de Fort Hood, en Texas, no se imaginó que él mismo podría responderlas. El mayor Nidal Malik Hasan, que abrió fuego contra sus compañeros a punto de ir a la guerra, se había enajenado al ver que el presidente no cumplía con su promesa de retirar las tropas de Irak.

Mucho de lo que ocurrió a las 13.30 horas en el Centro de Preparación del Soldado sigue siendo confuso. Para empezar, Hasan no está muerto, como sostuvo durante horas el Ejército, sino conectado a un ventilador, con cuatro disparos en el cuerpo. Al parecer, fue la policía Kimberley Munley quien consiguió detenerlo en un pasillo a pesar de que previamente ella había recibido un tiro. Hasan está inconsciente pero sin que se tema por su vida. Algo que tarde o temprana permitirá aclarar esas dudas que tanto desasosiego han dejado en el pueblo estadounidense.

Mientras, fue su primo Nader Hasan el que arrojó un poco de luz. «Estaba muerto de vergüenza con la idea de ir a Irak», contó. Hijo de exiliados palestinos, el mayor de 39 años se había refugiado aún más en su fe musulmana desde que muriesen sus progenitores, su madre el mismo año de los atentados contra las Torres Gemelas. No debía ser fácil ser militar en esos días en los que la Administración Bush convirtió a todos los islámicos en presuntos terroristas. «La gente se metía con él y le decía cosas horribles sólo por su fe religiosa», explicó.

Su oposición a la guerra de Irak le creó aún más enemistades en el Ejército, y llegó a contratar un abogado para buscar una salida legal al contrato que le ataba a las Fuerzas Armadas. Pero el letrado le dijo que, incluso si pagaba el costo de la educación universitaria que le había sufragado el Pentágono, no podría librarse de su yugo. «Creo que había abandonado esa lucha y se había resignado a cumplir sus días», aseguró su primo.

Hasan puso la raya en Irak. Estaba incluso dispuesto a empuñar el rifle contra otros musulmanes en Afganistán, pero no en Irak, a donde iba a ser destinado a final de mes, para sorpresa de su familia. Sus mandos no aceptaron el trueque de destinos. Su última esperanza había sido votar a Obama, que no ha cambiado un ápice el lento calendario de la retirada de tropas que diseñó Bush.

Un día de terror

Según su primo, el Ejército reclutó a Hasan en el colegio, contra la voluntad de sus padres. Estudió Biología en el campus de Virginia Tech, donde hace dos años se produjera la mayor masacre de la historia de Estados Unidos -32 muertos a manos de un estudiante de origen coreano con problemas de dicción-. Completó su educación con un título médico en la Universidad de Bethesa (Maryland) y terminó por convertirse en psiquiatra antes de ser destinado al Walter Reed Medical Center, el hospital militar que más descerebrados y amputados trata en todo el país. «Oyó historias terribles», le compadeció su primo, frente a los que le califican de traidor.

En su mezquita le recordaban ayer como un buen hombre que a menudo usaba vestimenta musulmana, pero que nunca dio indicios extremistas. Algunos testigos de la masacre aseguran que antes de abrir fuego gritó en árabe «Alá es grande».

Allí donde las tropas revivieron por un día el terror que traen del campo de batalla, algunos sacaron partido de sus traumas. Howard Appleby, que se encontraba en la cola para el psiquiatra, se apresuró a hacer torniquetes a los heridos. «Fue como volver a Irak», dijo a 'The Washington Post'.

Más de uno debió reaccionar automáticamente. De hecho, algunas fuentes aseguran que Hasan no causó los 13 muertos y 31 heridos, sino que parte sería atribuible al 'fuego amigo' que se desató. La investigación recae en el Ejército, que por ahora pone en manos de Hasan dos pistolas, una automática y otra que ni siquiera disparó. Según esa versión, debió ser un pistolero muy rápido y bien pertrechado de munición para poder recargar y acertar tantos blancos.

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