sábado, 14 de noviembre de 2009

Abdullah Ibrahim: ejercicios espirituales


XXX Festival Internacional de Jazz

Abdullah Ibrahim: ejercicios espirituales

Su concierto del viernes, en un lleno teatro Isabel la Católica, fue excepcional

JUAN JESÚS GARCÍA
GRANADA


Se pueden encontrar en la blogsfera la palabras de un aficionado comentando uno a uno, y con notable acidez, los conciertos del actual Festival de Jazz. Cuando llega al de Abdulah Ibrahim, en su opinión, asegura que es el que nadie se debiera haber perdido de todo el programa (con el de Trufazz de la semana que viene, por cierto). Tras lo escuchado del 'artista antes conocido como Dollar Brand' la noche del vienes, en un lleno teatro Isabel la Católica (otro protagonista de este concierto), no será el arriba firmante quien se lo discuta: Hibrahim/Brand no hay dos, para (muy) bien o no.

Hace ya mucho tiempo que este pianista sudafricano se entrega a unos conciertos largos, ondulantes y de perfil bajo, absolutamente letales para los que no gozan de un perfecto estado de vigilia, más rotundamente espirituales para otros y hasta alucinógenos para los civiles; no obstante, un cafetito antes de escuchar a este hombre siempre viene bien.

El cuarto miembro de este trío en Granada fue la acústica del teatro, ya que la obsesión por la naturalidad de este músico le obliga a tocar estrictamente sin amplificar, algo que en el Isabel la Católica se puede hacer sin exigir demasiado esfuerzo al oyente, pero que en otro entorno sería absolutamente inviable. Y es que hacia Abdullah Ibrahim hay que ir concentrados y receptivos como a comulgar.

Levitar tocando

Desde siempre él llega, se sienta, saluda a sus compañeros y los tres empiezan a lo suyo, a levitar tocando. Tanto que no se deja fotografiar más que entre los minutos 10 y 15 del concierto, cuando ya están concentrados y han cogido altura en su vuelo sin motor. Suelen ser en torno a dos horas del tirón y con una propensión al silencio que encoge el espíritu, tanto que el público que llenó el teatro no sabía si aplaudir y romper la magia del momento, o callar y esperar hasta el final. Elaboraron una suite continua donde asomaron melodías propias ('Duke 88', 'Nisa' o 'Tuag gurú') o prestadas ('tributó' mucho a Ellington), sueños sonoros de gospel y de un África invocada, o esas improvisaciones con intenciones de himno que encogen el corazón como si sonaran en el centro de la Casa Blanca, con Obama en el palco.

Decididamente el señor Ibrahim no es de este mundo de velocidades, estruendo y espectáculo. Decía aquel clásico que el jazz «no vale nada si no tiene swing», pero en este caso no lo valdría 'sin alma', y su concierto no tiene los clínicos 21 gramos, tiene cuarto y mitad por lo menos. Excepcional, sí señor/a.

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