viernes, 13 de noviembre de 2009

Peregrino de un siglo


CULTURA


Peregrino de un siglo

Buenos Aires, donde Francisco Ayala vivió exiliado entre 1939 y 1949, rinde homenaje a la memoria del escritor granadino

13.11.09 - MAR MARÍN
EFE. BUENOS AIRES

Buenos Aires, donde Francisco Ayala vivió una de las etapas más creativas de su vida, rindió ayer homenaje al escritor español, testigo de cien años de historia y «peregrino» en un largo exilio, que se despidió de la ciudad con un emotivo mensaje grabado semanas antes de su muerte.

El reconocimiento a Ayala comenzó con un sencillo acto encabezado por su viuda, Carolyn Richmond, quien destapó una placa en su memoria en la calle Defensa del barrio porteño de San Telmo, donde el escritor vivió entre 1939 y 1942, durante la primera etapa de sus diez años de exilio en Buenos Aires.

El homenaje se completó anoche con la proyección de un vídeo inédito en el que Ayala, fallecido el pasado día 3, a los 103 años, se despide de Buenos Aires con un breve mensaje grabado el 6 de octubre.

En el vídeo, Ayala envía un «saludo muy cordial y cariñoso» a sus amigos de Argentina y a todos los que le acompañaron «en esos momentos de mi vida que fueron tan importantes para mí y tan gratos».

Tertulias compartidas

Desde su domicilio de San Telmo, Ayala caminaba hacia las cercanas editoriales Losada y Sudamericana, con las que colaboró activamente durante su vida en la capital argentina, paseaba hasta los cafés de la Avenida de Mayo frecuentados por los exiliados republicanos y compartía tertulias con sus muchos amigos argentinos, como Jorge Luis Borges o Victoria Ocampo.

«Argentina es donde se sintió más feliz y coincidió con su etapa de plenitud humana (entre los 33 y los 43 años)», recuerda Richmond.

Durante esos años, agrega la hispanista estadounidense, «salía mucho a la calle, se veía con otros escritores, tenía amistades, proyectos...», y escribió algunas de sus obras más importantes pese al dolor del exilio.

En esta ciudad, añade su viuda, el escritor vivió un proceso de duelo por la Guerra Civil y la derrota de la República y experimentó «algo parecido a una catarsis», porque, «por un lado, Buenos Aires fue una vida nueva y, por otro, le dio la oportunidad de hacer las paces, de pasar por un duelo personal e histórico».

«Cuando dejó Buenos Aires para ir a Puerto Rico ya fue otro ambiente y otra literatura», apunta quien fue compañera de Ayala durante 33 años.

Pese a que el exilio fue una herida que nunca terminó de cerrar, «él no hablaba de eso y nunca se quejaba ni añoraba España. Su actitud fue bastante única. Decía que hay que pasar por otros países, otras realidades. El entendía que era una especie de peregrino que pasaba por diferentes países», recuerda.

Sin ánimo de venganza

«Francisco nunca tuvo ánimo de venganza, pese a la experiencia familiar», con su padre ejecutado durante la guerra y con Vicente, uno de sus hermanos más queridos, encarcelado, dice el poeta granadino Luis García Montero.

«Fue poco nostálgico y se integró muy bien en los países que le acogieron», en opinión de García Montero, quien subraya la capacidad de Ayala para «intentar dar respuestas democráticas a la nueva realidad».

Su hermano Vicente, que tiene 98 años y es propietario de las dos librerías Ayala de la capital argentina, asegura que «salíamos juntos y trabajaba mucho, en 'La Nación', en Losada, hacía traducciones, estaba muy conectado».

Francisco pagó el boleto de su hermano para que pudiera exiliarse en Argentina tras sufrir cárcel durante la Guerra Civil.

«Siempre estuvimos muy unidos», relata Vicente, «cuando se fue, intercambiábamos cartas una vez al mes, hasta que empezaron los teléfonos a funcionar y hablábamos cada semana».

En 1949, recuerda su hermano, cuando el ascenso del peronismo comenzó a impregnar Argentina de un fuerte nacionalismo, Francisco Ayala decidió abandonar el país y trasladarse a Puerto Rico porque «decía que no iba a sufrir aquí lo que no había sufrido en su patria».

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