lunes, 30 de noviembre de 2009

PECADORES ECLESIÁSTICOS



PECADORES ECLESIÁSTICOS
(Tomado de Diacrítica)


Laura Fdez-Montesinos Salamanca

Desde la invención de las religiones, hace ya más de seis mil años, los clérigos fueron escalando posiciones, convenciendo con poderosas e ígneas amenazas del fuego eterno, hasta alcanzar la máxima autoridad. Hoy día la amenaza es la electoral.

Los reyes medievales eran súbditos de los papas, hasta que en el siglo XV la desobediencia de Enrique VIII ante la negativa del papa de concederle el divorcio, abrió las puertas a la disensión eclesiástica por la tremenda corrupción de las autoridades católicas, y se afianzaron los movimientos reformistas, la iglesia protestante.

El católico, apostólico y brutalmente romano papa, disponía de la vida, sancionaba pública y escandalosamente cualquier situación que escapara a su poder (hoy día utilizan los medios de comunicación de mayor rating) y aplicaban torturas o vertían falsas acusaciones sobre el pueblo para costear con los onerosos perdones de pecados, sus catedrales y Vaticanos, ejerciendo tortura y hoguera, cuando la situación excedía los límites de su conocimiento, que la mayoría de las veces era escasa sólo por su gran culpa, pues prohibían y quemaban libros de ciencia, que podrían haber explicado aquello que no entendían, o más bien lo que no querían entender.

Es lo mismo que sucede hoy: niegan la ciencia, el conocimiento, y la evolución del mundo, un retroceso que les resta adeptos progresivamente, poniendo a la Iglesia “patas arriba”, por el riesgo a la bancarrota, con tan ostentoso, oneroso y complicado aparato de organización de iluminación y convencimiento de todas las blancas almas que caigan en sus redes de “pescadores de hombres”.

Las mujeres que aborten en clínicas clandestinas hoy, no serán tantas como los que cayeron en las brutales Cruzadas (siete de ocho perdidas, por cierto, porque al final Dios siempre es justo) Esas guerras en las que utilizaron el nombre de Dios en vano, denominando “santa”, una “Yihad” católica, si se me permite la estrambótica comparación, pues Yihad no significa guerra, sino difusión de la palabra divina, y que se llevaron a cabo por razones políticas y económicas más que religiosas. Serán muchas menos de los sesenta millones en nombre del catolicismo, las muertas por aborto.

La guerra, sin embargo, y sin importar que las bombas caigan sobre niños y mujeres embarazadas, así como la pena de muerte, son legales, justos y necesarios según los catecismos, aunque un mandamiento dicte: no matarás. Es fácil para la Iglesia juzgar, acusar, a una mujer de asesina porque haber tomado la terrible decisión de deshacerse del que podría llegar a ser su hijo, por razones que los que estamos en su lugar jamás podremos entender, aunque nunca se la escuchara ni apoyara. Si retrocedemos hasta la edad media quizás entendamos algo de todo esto tan complicado.

Cuando entonces una mujer, judía o musulmana, pues las católicas eran totalmente ajenas a la ciencia, practicaba la medicina, era acusada de bruja por la inquisición y quemada en la hoguera. Las brujas siempre eran mujeres. Las que abortan también. Como mujer no merece ser escuchada, y si es pobre con más razón. El caso es que en el mundo católico todos esos libros que explicaban científicamente el funcionamiento del cuerpo humano, el proceso de las enfermedades y los métodos naturales de curación, no sólo estaban prohibidos, eran quemados, y sus propietarios tildados de herejes, corriendo la misma pirómana suerte. Hoy siguen haciendo lo mismo.

Con el paso de los años, y desgraciadamente para ellos, una sociedad que razonó estoicamente que nunca los profetas habrían deseado que tanto derramamiento de sangre se llevara a cabo en su nombre, decidió poner fin a tan monstruosas prácticas.

A lo largo de la historia de la evolución de las religiones, las palabras primigenias de los profetas se fueron deformando convenientemente, incluso se llegaron a escribir, a pesar de haber mediado cientos de años entre la palabra dicha y escrita, y miles de bocas por medio para distorsionarlas. Las biblias se interpretan a imagen y semejanza del interés o del razonamiento del orador sobre el púlpito, que no siempre es científico ni filósofo, ni sus luces son las más brillantes. A pesar de ello, miles de individuos siguen sus dictados obedientemente, aún a costa de todos los problemas que les acarrea, y sin que estos les importe a los jerarcas.

No difiere mucho hoy la intención católica de la medieval. Renegaban de cualquier razonamiento crítico, contrario a sus dictados, y a sus defensores de herejes, o lo que es lo mismo, indignos de vivir. Por suerte hoy día la “infalibilidad” eclesiástica, a pesar de luchar contra la ciencia a brazo partido, se cuestiona con éxito en laboratorios e institutos de investigación. Desgraciadamente en México no se tolera más ciencia que la de la Iglesia católica, lo que indica indefectiblemente intolerancia hacia el resto de creencias, pues han de obedecer sin más remedio los dictados católicos-leyes federales, o se va a la cárcel (menos malo, al menos que la tortura y la hoguera) Tanto es el poder y la injerencia de la Iglesia en el Estado desde Fox. Tanto como en la Edad media, que cuando se precisaban recursos, se enjuiciaba a algún individuo solvente, de entre una variada gama de acusaciones de índole herética, para apropiarse de sus bienes. Las mujeres carentes de derechos como hoy, hacían los trabajos más sucios, incluso sexuales, como hoy. Pues las monjas, sin voz ni voto, han tenido que recurrir en ocasiones al aborto o a matar al recién nacido. Ellos no pagan por eso. Ellas sí.

La Iglesia sigue negando la ciencia (por menos de esto Galileo Galilei estuvo a punto de arder en la hoguera). Eso no quita que el hecho sea tremendo, y la decisión de llegar a esta situación lo sea aún más. Que la manipulación genética salva vidas y ofrece calidad de vida a niños que de otra manera, estarían condenados a morir (Éstos, nacidos, parecen tener menos importancia para la iglesia que los embriones. No hay asesinato en negarle tratamiento y vida a un niño enfermo con posibilidades de curación por medio de la manipulación genética, pero sí en abortar) Por supuesto en estos casos, la madre, que no lo es todavía, es una asesina sin alma por “matar” a su hijo, sin tener en cuenta, por supuesto, la situación desesperada a la que está sometida para cometer tan ultrajante pecado, tan difícil decisión. No hay tanta diferencia con la Inquisición. (Desde Eva, la mujer ha sido la culpable de todo, hasta de que Adán se “dejara” tentar. En realidad le faltó tanta fuerza de voluntad como inteligencia, pero siendo hombre se le perdonó)

Sin embargo, y a pesar de todo, niegan tácitamente el uso de métodos anticonceptivos, atentando, no sólo contra la vida de las personas, sino contra la de la Tierra, porque eso de “creced y multiplicaos” se ha cumplido tan a rajatabla, que nuestro planeta no aguanta más, y saturaremos a nuestra madre hasta reventarla. ¿No es eso más pecaminoso que practicar el amor, que no la lujuria, con responsabilidad? Pero además, quienes sean católicos y deban obedecer ciegamente a sus preceptos religiosos, tendrán la opción de elegir no pecar. Para el resto, el pecado no debe ser crimen, o bien los preceptos religiosos no deben ser ley. En todo caso, en lugar de castigar a las mismas de siempre, a las mujeres, pobres, y hacer de sus pecaminosas acciones constitutivo de delito, deberían ser congruentes y encerrar a cal y canto a sus pecadores miembros que se dedican a la pederastia, a visitar asiduamente los burdeles, a extorsionar jóvenes para prostituirlos o hacerlos sus amantes, aunque por supuesto, el matrimonio homosexual es católicamente pecaminoso, pero acostarse con ellos no lo sea. Ya sabemos, tentar contra natura -empezando por el celibato- debería ser castigado. (Afortunadamente las truculentas manías pirómanas de los católicos han sido aplacadas, o la mitad de los jerarcas hubiesen terminado chamuscados)

De esta manera, constituye delito flagrante el convocar a no votar por los partidos que la congregación católica no crea convenientes, como se ha venido haciendo insistentemente, cuando se supone que por ley, los jerarcas eclesiásticos, no deberían entrometerse en política, y todo por esa perniciosa vocación religiosa de inmiscuirse allá donde no les llaman, y aplicar sentencias, al parecer infalibles (aunque de vez en cuando un papa nuevo contradiga al anterior o casos parecidos, como sucedió con el infierno, que sí, que no, y luego otra vez sí, y mejor hacemos nuevo catecismo) pues desde el Concilio de Nicea de 325, en que se concibió, que para mantener al rebaño unido había que recoger por escrito 12 evangelios con las supuestas palabras de un Jesús, hacía ya unos cuantos cientos de años enterrado, y elevar su condición de profeta a Hijo de Dios, la iglesia católica se ha encargado de perseguir consistentemente a todo aquel que no se escape del rebaño, aunque no sea borrego.

Actualmente siguen el mismo sendero: el de hacer su santa voluntad. Negar la ciencia, negar el amor, negar la supervivencia de la especie y la de la Tierra. Ellos no están interesados en la resolución de los problemas de esta nación, de ecología, al contrario, su actitud retrógrada y facistoide los acrecienta. laurafdez27@hotmail.com

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